sábado, junio 30, 2012

DYLAN THOMAS Fern Hill



Dylan Thomas


FERN HILL


Cuando era joven y libre bajo las ramas del manzano
en torno de la casa cantarina, y feliz como verde era el pasto,
la noche sobre la cañada, llena estaba de estrellas,
el tiempo me dejaba dar voces y trepar
dorado hasta el apogeo de sus ojos,
y venerado entre carros, era yo el príncipe de las ciudades de manzanas
y alguna vez con todo señorío, hice que hojas y árboles
se arrastraran con margaritas y cebada
hacia abajo en los ríos alumbrados por las frutas caídas.

Y como era tierno y despreocupado, famoso en los graneros
en torno del patio alegre y cantaba porque la granja era mi hogar,
al sol que es joven apenas una vez,
el tiempo me dejaba jugar
y ser dorado en la gracia de sus poderes,
y tierno y dorado era yo cazador y pastor, los becerros
cantaban a la voz de mi cuerno, en las lomas los zorros ladraban con clara y fría voz
y el domingo sonaba despacio
en los guijarros de los sagrados arroyos.

Todo el trayecto del sol era un deleite, una carrera,
los campos de heno altos como la casa, las tonadas de las chimeneas, era el aire
y un juego lleno de belleza y agua
y el fuego verde como pasto.
Y de noche, bajo estrellas ingenuas
mientras cabalgaba hacia el sueño las lechuzas se robaban la granja
todo el trayecto de la luna, entre establos bendito, oía a las aves nocturnas
volar entre las parvas y veía caballos
como relámpagos en la oscuridad.

Y luego despertar, la granja regresaba como un vagabundo
blanco de rocío, con el gallo en su hombro, era todo
brillante, era Adán y su virgen
y el cielo de nuevo se formaba
y el sol creció redondo aquel preciso día.
Así debió haber sido luego de nacer la pura luz
en el primer lugar donde se hiló, caballos hechizados y fogosos
saldrían del verde establo lleno de relinchos
hacia los campos de alabanza.

Y venerado entre zorros y faisanes junto a la casa alegre
bajo las nubes recién hechas y feliz como era interminable el corazón,
en el sol tantas veces nacido
yo corría por mis caminos alocados
mis deseos se desbocaban a través del heno alto como la casa
y nada me importaba, en mi celeste tráfico, pues el tiempo
en su giro melodioso, concede tan pocos cantos así de mañaneros
antes que los muchachos tiernos y dorados
lo sigan hasta perder la gracia.

En esos días blancos como corderos no me importaba que el tiempo me llevara
hasta el desván lleno de golondrinas, tomándome por la sombra de mi mano
en la luna que siempre se levanta,
ni que cabalgando hacia el sueño
llegara a oír su fuga entre los altos campos
y despertara ante la granja borrada para siempre de ese país sin niños.
Oh, mientras fui joven y libre en la gracia de sus poderes
el tiempo me sostenía tierno y moribundo
aunque cantara en mis cadenas, como el mar.

(Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell)

RICARDO E. MOLINARI Una rosa para Stefan George


Ricardo E. Molinari


UNA ROSA PARA STEFAN GEORGE
Il va parmi ses fleurs;
et les souffles de l’air.
                                                                                                                                HöLDERLIN

(Similis factus sum pellicano solitudinis)

No es la paciencia de la sangre la que llega a morir,
ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo
que se calienta entre las uñas.
Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco;
que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente,
ni el viento sobre las piedras podridas.

Qué haces allí, tronchado sin humedad,
con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a los pies.
Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.

Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos;
pero el odio seguirá intacto.

Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,
y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,
como un vaso de leche.

Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan mal
de ti. Eterno. Desnudo.
La sangre metida en su canal de hielo
—fuego sin aire— Jordán perdido. Si el tiempo
tuviera sentido
como el Sol y la Luna presos;
si fuera útil vivir,
si fuera necesario,
qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.

Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo
sin honor,
con un haz de ramas en las manos.
Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar;
los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.

Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.

¡Esta palabra inútil!

XAVIER VILLAURRUTIA Poemas





XAVIER   VILLAURRUTIA




NOCTURNO

Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.

Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.

Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.

¿Y quién, entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?

El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar,
y la angustia de verse fuera de sí, viviendo,
y la duda de ser o no ser realidad.



NOCTURNO   ETERNO

Cuando los hombres alzan los hombros y pasan
o cuando dejar caer sus nombres
hasta que la sombra se asombra

cuando un polvo más fino aún que el humo
se adhiere a los cristales de la voz
y a la piel de los rostros y las cosas

cuando los ojos cierran sus ventanas
al rayo del sol pródigo y prefieren
la ceguera al perdón y el silencio al sollozo

cuando la vida o lo que así llamamos inútilmente
y que no llega sino con un nombre innombrable
se desnuda para saltar al lecho
y ahogarse en el alcohol o quemarse en la nieve

cuando la ví cuando la vid cuando la vida
quiere entregarse cobardemente y a oscuras
sin decirnos siquiera el precio de su nombre

cuando en la soledad de un cielo muerto
brillan unas estrellas olvidadas
y es tan grande el silencio del silencio
que de pronto quisiéramos que hablara

o cuando de una boca que no existe
sale un grito inaudito
que nos echa a la cara su luz viva
y se apaga y nos deja una ciega sordera

o cuando todo ha muerto
tan dura y lentamente que da miedo
alzar la voz y preguntar “quién vive”

dudo si responder
a la muda pregunta con un grito
por  temor de saber que ya no existo

porque acaso la voz tampoco vive
sino como un recuerdo en la garganta
y no es la noche sino la ceguera
lo que llena de sombra nuestros ojos

y porque acaso el grito es la presencia
de una palabra antigua
opaca y muda que de pronto grita

porque vida silencio piel y boca
y soledad recuerdo cielo y humo
nada son sino sombras de palabras
que nos salen al paso de la noche



 
POESÍA

Eres la compañía con quien hablo

de pronto, a solas.
Te forman las palabras
que salen del silencio
y del tanque de sueño en que me ahogo
libre hasta despertar.

Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.

Tu voz, hoz de eco,
es el rebote de mi voz en el muro,
y en tu piel de espejo
me estoy mirando mirarme por mil Argos,
por mí largos segundos.

Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso,
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.

 

AIRE

El aire juega a las distancias:
acerca el horizonte,
echa a volar los árboles
y levanta vidrieras entre los ojos y el paisaje.

El aire juega a los sonidos:
rompe los tragaluces del cielo,
y llena con ecos de plata de agua
el caracol de los oídos.

El aire juega a los colores:
tiñe con verde de hojas el arroyo
y lo vuelve, súbito, azul,
o le pasa la borla de una nube.

El aire juega a los recuerdos:
se lleva todos los ruidos
y deja espejos de silencio
para mirar los años vividos.


NOCTURNO   SOLO

Soledad, aburrimiento,
vano silencio profundo,
líquida sombra en que me hundo,
vacío del pensamiento.
Y ni siquiera el acento
de una voz indefinible
que llegue hasta el imposible
rincón de un mar infinito
a iluminar con su grito
este naufragio invisible.