EUGÈNE
IONESCO
AGENCIA DE
VIAJE
Personajes: el CLIENTE, el EMPLEADO, la MUJER
CLIENTE.— Buen día, señor. Quisiera dos pasajes de ferrocarril, uno
para mí, y uno para mi mujer que me
acompaña en el viaje.
EMPLEADO.— Bien, señor. Yo puedo venderle centenas y centenas de pasajes
de tren. ¿Segunda clase? ¿Primera clase? ¿Camarotes? ¿Les reservo dos plazas en el vagón comedor?
CLIENTE.— Primera clase, sí, y en coche-cama. Es para ir a Cannes en el
expreso de pasado mañana.
EMPLEADO.— Ah... ¿Es para Cannes? Vea usted, yo puedo fácimente darle
los pasajes, tantos como usted quiera, para todas las direcciones en general.
Usted solo debe precisar el destino y la fecha, ya que para el tren que usted
quiere tomar, eso se vuelve muy complicado.
CLIENTE.— Usted me sorprende, señor. Hay muchos trenes en Francia. Los
hay para Cannes. Yo ya los he tomado, ¡yo mismo!
EMPLEADO.— Usted los ha tomado, puede ser, hace veinte años, o treinta,
en su juventud. Yo no digo que no hay muchos trenes, sólo que están abarrotados, no hay más plazas libres.
CLIENTE.— Puedo ir la semana próxima.
EMPLEADO.— Está todo vendido.
CLIENTE.—¿Será posible? ¿Y dentro de tres semanas...?
EMPLEADO.— Está todo vendido.
CLIENTE.— ¡Dentro de seis semanas!
EMPLEADO.— Está todo vendido.
CLIENTE.— Entonces, ¿todo el mundo no hace otra cosa más que ir a Niza?
EMPLEADO.— No forzosamente.
CLIENTE.— Tanto peor. Deme entonces dos pasajes para Bayona.
EMPLEADO.— Está todo vendido, hasta el año próximo. Ve usted, señor, que
no todo el mundo va a Niza.
CLIENTE.— Entonces, deme dos plazas en el tren que va a Chamonix...
EMPLEADO.— Está todo vendido hasta el 2000...
CLIENTE.— Para Estrasburgo...
EMPLEADO.— Están vendidos.
CLIENTE.— Para Orléans, Lyon, Tolosa, Aviñón, Lila...
EMPLEADO.— Está todo vendido, vendido, vendido, con dos años de
anticipación.
CLIENTE.— Entonces, deme dos boletos de avión.
EMPLEADO.— No me queda más ningún lugar para ningún avión.
CLIENTE.— En ese caso, ¿puedo alquilar un auto, con o sin chofer?
EMPLEADO.— Todos los permisos para conducir están anulados, para que las
rutas no sean un obstáculo.
CLIENTE.— Que me presten dos caballos.
EMPLEADO.— No hay más caballos. —No
quedan más caballos—.
CLIENTE.— (A la MUJER.) ¿Quieres que vayamos
a pie, hasta Niza?
MUJER.—Sí, querido. Cuando yo esté cansada tú me llevarás en tus
espaldas y viceversa.
CLIENTE.— (Al EMPLEADO.) Denos, señor, dos boletos para ir caminando a
Niza.
EMPLEADO.— ¿Escucha usted ese ruido? Oh, la tierra tiembla... En medio
del país un lago inmenso..., un mar
interior acaba de formarse —de aparecer, de surgir—. Aproveche rápido,
apúrese antes que otros pasajeros lo piensen. Yo les ofrezco un camarote de dos
plazas en el primer barco que va a Niza.
(Traducción de Marcela Benavides)