ANNA AJMÁTOVA
(1888-1966)
Poemas
Hija
de un oficial de la marina rusa, fue educada en un Instituto de niñas
aristocráticas.
Se casó con Nikolai Gumilev en 1910, y
viajaron juntos por Europa.
Sus primeras obras se publicaron en París,
aquel mismo año, en una colección dirigida por Gumilev. Perteneció por un
tiempo al grupo “acmeísta”, cuyo jefe y fundador fue también Gumilev, pero más
tarde se apartó del grupo para seguir las tradiciones clásicas de la poesía
rusa.
Poco después de la ejecución de Gumilev, en
1921, calló su lira.
El terror de los años 1936-38 le quitó a su
único hijo.
Durante la segunda guerra mundial publicó
una pequeña colección de poemas, pero en 1946 su poesía fue proscripta por el
Comité Central del Partido.
Fue expulsada de la Unión de Escritores
Soviéticos y su poesía fue proclamada “dañosa para la juventud”.
LA CANCIÓN
DE LA ÚLTIMA
CITA
Se enfriaba, desvalido, mi pecho,
pero
eran ligeros mis pasos.
Me
puse en la mano derecha
el
guante de la mano izquierda.
¡Me pareció que había muchos peldaños
aunque
sabía que eran sólo tres!
Un
murmullo otoñal entre los arces
me
pidió: “¡Muere conmigo!
¡Oye: una suerte penosa,
inconstante
y mala me engañó!”
Le contesté:
“¡Querido mío:
a
mí también. Contigo moriré!”
Esta es la canción de la última cita.
Eché
una mirada a la casa sombría.
Tan
sólo en la alcoba ardían las velas
con
una llama indiferente y mustia.
(“La Noche”, 1912)
...
Crispó las manos bajo el velo negro...
“¿Por qué te ves tan pálida?”
—Porque lo colmé de amarga
tristeza hasta embriagarlo.
¿Cómo podré olvidar? Salió
vacilante,
los labios retorcidos de
dolor...
Bajé las escaleras sin tocar
las barandas,
corrí tras él hasta la reja.
Le grité sin aliento: “¡Burla
fue todo lo dicho!
Si te vas, me moriré”.
Sonrió con pavorosa
tranquilidad
y me dijo: “No te quedes
afuera,
el viento te hará mal”.
(“La Noche”, 1912)
...
No confundirás la ternura real
con nada. Es silenciosa.
En vano cubres solícito
mis hombros con una piel.
En vano hablas con palabras
sumisas
del primer amor.
¡Cómo conozco yo esta mirada
tuya,
ávida y tenaz!
(“El Rosario”, 1914)
...
Pensabas que yo era como aquella,
que te sería posible
olvidarme,
que me arrojaría sollozando
bajo los cascos de tu corcel.
Que pediría a las curanderas
cualquier raíz en agua
maléfica,
y te enviaría un regalo
temible:
mi favorito pañuelo fragante.
Maldito seas: Ni un gemido, ni una mirada
conmovería tu alma de roca.
Pero te juro yo por el
Paraíso,
por la milagrosa imagen santa
y por el ardor de nuestras
noches,
que nunca volveré a ti...
(“Anno domini”, 1916-1922)
19 DE
JULIO DE 1914
(1)
Envejecimos cien años
aunque esto sucedió sólo en
una hora.
Se terminaba ya el corto
verano;
humeaban las llanuras
labradas.
De repente se abigarró el camino quieto;
voló el llanto como un toque
de plata.
Cubriéndome el rostro supliqué
a Dios
que me matase antes de la
primera batalla.
Desaparecieron las sombras de goces y pasiones
de la memoria, como una carga
inútil.
Y una vez vacía, el Señor le
ordenó
convertirse en un libro de
noticias terribles.
(1) El comienzo de la primera
guerra mundial (N. de la T.)
(“La bandada blanca”, 1916-1922)
ORACIÓN
“Dame años amargos de enfermedad,
de insomnio y de fiebre.
Quítame a mi niño y a mi amigo
y el don misterioso de
cantar”—
Así Te ruego, mi Dios, ante el altar,
que después de tantos penosos
días,
el nubarrón que cubre el cielo
de mi Rusia
se cambie en nube clara y en
rayos de luz.
(“La bandada blanca”, 1916-1922)
...
Siempre estás misterioso y nuevo
y te obedezco cada día más.
Pero tu amor es como una
prueba
de fuego y hierro, mi amigo
cruel.
Me prohibes cantar y sonreír
y hace tiempo que no rezo ya.
¡Yo sólo quiero que no nos
separemos:
lo demás es igual!
Así vivo, ajena a la tierra y a los cielos,
y ya no canto más,
como si infierno y paraíso no
existieran
para mi alma ya.
(“El plantén”, 1916-1922)
VALOR
Sabemos lo que hoy queda en la
balanza
y lo que pasa hoy.
Nuestro reloj dio la hora del
valor
y el valor no nos dejará.
No nos asusta caer bajo las
balas.
No es amargo quedarnos sin
abrigo.
Mas te conservaremos, lengua
rusa,
gran palabra rusa...
Te llevaremos, libre y pura,
y te daremos a los nietos,
y te salvaremos de la
cautividad
para siempre...
(1942)
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