Alfonso Pedraza Brevísimos Textos
La música; al máximo.
Él le habló de su amor.
Ella callaba.
Él se creyó correspondido.
Ella no dijo nada.
Salieron. Fornicaron en silencio.
No se volvieron a ver.
Jamás descubrió su nombre, ni su mudez.
—…
—Voy a los Juegos Florales ¿usted?
—…
—¿Me permitiría acompañarla?
—…
—Soy un atrevido. Perdonará usted; vivo al lado suyo y sé que se llama Esperanza y además… ¡es tan bonita!
—…
La joven, lo miró con el rabillo del ojo, aceleró el paso y se perdió entre el gentío.
El joven se quedó suspirando alegre, pensando que esa bella chica nunca dijo que no.
Padre llegó de mal humor, ordenó guardar silencio: no le importó que estuviera con madre, feliz, jugando. Obedecí. Fui a mi habitación y empecé a tirar con furia todos mis juguetes. El ruido provocado enfureció al viejo. Al instante acudió ante mi cuarto. Abrió y me dijo:
—¿No sabes qué es el silencio?
—Sí, lo que existe entre tú y yo.
—¡Tanta palabrería, no me vengas con excusas, será mejor escuchar el silencio!
—Anda pues, calla y oye.
—Percibo los autos en la calle.
—¡Tápate las orejas!
—Noto un zumbido en los oídos.
—No hagas caso de ello.
—¿Qué dices?
—Ya vas logrando tu propósito.
—¿Eh?
—¡Ya… calla y sigue tratando!
—¿Y para qué me sirve el silencio si no te entiendo nada? ¡Bah!
—…
—…
La gravedad del silencio entre los dos enamorados desconcierta al autor, que opta por dejar al lector la resolución del dilema.
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