EUGÈNE IONESCO 26 noviembre 1912-2012 UN SIGLO DE SU NACIMIENTO
Eugène Ionesco
ABAJO LOS POLÍTICOS
¿Cómo pueden dar la dirección del mundo a los
políticos? ¿Cómo pueden no dar la dirección del mundo a los sabios y a los
moralistas? Los sabios se han convertido en los servidores de los políticos,
esos primarios de la vitalidad; hacen todo lo que piden los hombres políticos
en nombre de nociones tan caducas y tan dudosas como: razón de Estado,
nacionalismo, seudorrevolución y seudoprogresismo. Pero los políticos de los
imperialismos, las hegemonías son no sólo lo que retarda la evolución y el
progreso, sino lo que amenaza al hombre en su vida, en su sobrevivencia, en su
identidad.
Veamos lo que hacen los hombres enloquecidos por
la política en el mundo entero: se matan individualmente y colectivamente a
cuchilladas, a martillazos, a patadas, a pistoletazos, a tiros de
ametralladora, a tiros de bomba, de pequeña, grande o enorme fuerza explosiva.
Escuchen, vean ustedes lo que pasa: los sabios más
grandes del mundo inventan y construyen computadoras. No quieren que se las
envíen a aquellos que las emplean para la desgracia de los hombres y a los
enemigos de la libertad. Los mercachifles, después de vacilar, las envían a
pesar de todo a los peores enemigos de la humanidad a través de los Estados
intermediarios, que hacen de intermediarios. En los países donde la libertad
del pensamiento y del conocimiento científico es oprimido, asesinado, donde los
hombres, los únicos hombres que deberían ser verdaderamente los únicos con
poder para dirigir el orden del mundo están impedidos de pensar por los
lugartenientes prisioneros de mitos difuntos o bien por los hombres de
negocios.
En nuestro mundo, todo el pensamiento está
prisionero. Desde el tiempo de los últimos zares, no había más censura, y si
Dostoïevski fue enviado a presidio fue por conspirar y no por delito de
opinión. Han habido otros momentos en la historia en que el pensamiento fue
hecho prisionero, pero el pensamiento terminó siempre por triunfar y de los
galileos fue la victoria. Congresos internacionales de física y de matemáticas
se realizaron en países que impedían pensar y fueron detenidos los físicos y
los matemáticos. Honor a los físicos del mundo entero, honor a los científicos
que se negaron a participar en esos congresos corrompidos. Psiquiatras
protestaron contra el país (o los países, porque ahora hay varios) donde los
psiquiatras son detenidos, porque no quieren encerrar a las personas que no
están enfermas, y también probablemente porque esos psiquiatras quisieran con
justa razón encerrar a los neuróticos y a los psicópatas que están en el poder
y que nos rigen.
Las tres cuartas partes del mundo están dirigidas
por locos.
Imaginen ustedes solamente al presidente de un
Estado poderoso que de pronto descubre la moral en la política, que tiene todos
los defectos de un débil y de un indeciso, pero también todas las cualidades de
un humanista y de un moralista, y que no quiere que las computadoras o la
técnica norteamericana más avanzada sea expedida allí donde los espías
industriales pueden explotarla en detrimento de quienes la envían.
Los sabios del mundo entero, lúcidos, sanos de
espíritu y de moral, no quieren que esas máquinas sean expedidas a los
soviéticos. El presidente norteamericano no lo quiere tampoco, porque ha sido
bien aconsejado por sus sabios. No puede hacerlo, no puede hacer lo que quiere,
porque los hombres de negocios del país del dinero son más fuertes que él.
Porque los hombres de Estado intermediarios entre Rusia y Estados Unidos tienen
miedo de disgustar a Rusia.
Tienen que llegar los tiempo en que los sabios y
los científicos decidan. Tienen que llegar los tiempos en que los hombres
políticos estén a disposición de los físicos, de los biólogos, de los médicos y
hasta de los filósofos, aunque éstos sean los más dudosos y los más sospechosos
de los intelectuales.
Pero es necesario que la situación cambie. Es
necesario que el actual estado de cosas cambie completamente. Es necesario que
los hombres de ciencia y del espíritu manden a los brutos, a los dictadores o
sencillamente a los manipuladores torpes de las teorías que no logran
comprender hondamente y a los empiristas de poca envergadura.
(L’Express)
9 enero 1978
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